domingo, 23 de marzo de 2025

.. las cosas que yo quería

Las cosas que yo quería nunca fueron escuchadas. Y yo quise tantas cosas...

Las cosas que yo quería se fueron diluyendo, y hoy me acuerdo de ellas al masturbarme y llorar. Porque yo quise formar una familia, y me doy cuenta de eso al sentir que el momento más sexy de todos fue aquél en el te pedí que te corrieras dentro y tú lo hiciste. 

Aquellos momentos pudieron haber sido tanto y acabaron siendo tan poco... hoy sólo una bruma que me viene a la mente cuando mi cuerpo deja por un momento el límite físico y sobrevuela la habitación. 

En aquellos momentos fui feliz y me doy cuenta, por ello, de que el deseo sólo tiene espacio cuando hay felicidad, tranquilidad y comprensión; si tú me dejas errar entonces yo no tendré miedo a equivocarme y podré intentar quererte como debí querer a quien un día deseé que fuera el padre de mis hijos.

Deberíamos tener menos miedo a ser insoportables, de verdad insoportables, a no saber qué queremos, a no desear nada o a desearlo todo. A sentirnos muy perdidos y hacer las cosas mal y que nadie nos perdone. A andar rompiendo cosas que no puedan repararse. A amar con devoción o a sentirnos vacíos. A follar con toda el alma o a morirnos de asco. A estar muy confundidos, a no querer claudicar y también a decir basta. En general, deberíamos tener menos miedo.

   Ciento veinticuatro huecos, Begoña Méndez. 


Centro de gravedad permanente -  Rigoberta Bandini, 2025

 //, las etapas se suceden, como llevan haciéndolo desde el nacimiento de todo. Y ahora toca despedirse de esta maravillosa tierra, que ha sido mi casa durante varios años. Gracias por tanto, Huesca 💜//

viernes, 7 de febrero de 2025

... sexo duro y placer femenino

Lo explicaban con el distanciamiento propio de un médico forense al redactar las causas de la muerte frente al cuerpo inerte, cosido, desnudo y expuesto en una fría camilla de metal. O eso creían. Porque lo que revelaban sus gestos y el tono de su voz era el pudor de estar compartiendo su intimidad con una desconocida.

Antes de que yo pudiera hacer cualquier pregunta, se me adelantaban con las respuestas. "Me convencí de que era una mojigata y de que era guay hacerlo de esa manera", me dijo una. O, como resumió otra: "No quería ser una mojigata". En el subtexto del uso preciso de esta palabra se esconde una educación sexual y sentimental que podemos leer casi como un patrón entre las millennials.

El cóctel con el que hemos sido socializadas es una combinación perfecta entre el amor romántico heterosexual (y sus derivadas en la cama) y una buena dosis de culpa. Nuestro ritual de iniciación sexual no era tal si no pasaba por la penetración. Y que no se te ocurriera quejarte, que venías advertida de que la primera vez irremediablemente duele (te lo traduzco: es normal estar incómodas y debemos asumirlo). Teníamos que hacerlo como en las películas. En una o, como mucho, dos posturas. Al resto de licencias que nos permitieron las llamaron "preparativos" (un aperitivo, pero sin pasarse). Con el tiempo, y tras muchos orgasmos fingidos, descubrimos que todo el sistema estaba diseñado para el placer masculino. Si ellos disfrutan, nosotras, como las buenas anfitrionas que debemos ser, también en el sexo, encontraremos goce.

¿Quiénes ejercen estas formas de control social y adiestramiento? Están por todas partes: la familia, los grupos de amigos, la publicidad, la información que consumimos… La sociedad entera parece confabulada para garantizar el orgasmo masculino. A costa, muchas veces, de la falta de información sobre nuestros cuerpos y nuestro deseo.

                                                            'Sexo duro, pornografía y placer femenino', por Ana Marcos 

Yo solo quería escribir una canción de amor - Zahara

 //, que yo me quedo aquí contigo, en este fin del mundo contigo... 
Los llantos tras los orgamos volvieron. 
Feliz 2025//