El día en que te conocí era uno como el de hoy. Soleado, mitad de febrero. Extraño.
La semana del día en que te conocí estaba inquieta. Sabía que algo estaba apunto de ocurrir. Joder! nunca había creído en esas cosas, pero te juro que ocurrió así, estaba impaciente y miedosa al mismo tiempo, premonitoriamente.
La tarde en que te conocí no quería ir con prisas, y al final fui con prisas, a pesar de haber salido con tiempo suficiente. Así que llegué temprano. Como estaba nerviosa no quería entrar a esperar dentro de la cafetería, ni ocupar una mesa de la terraza, así que entré en
Media Markt y compré unos auriculares. Luego estuve dando un paseo por la plaza rectangular tan fea de Mangado, y acabé ensimismándome en el raro mobiliario en que habían evolucionado los volúmenes áridos que habían aleatoriamente adornado la plaza de Goya.
En el minuto en que te conocí pensaba que no estaba segura de si conseguiría reconocerte. Pensé por un momento que se me olvidó cómo parecías, y dudaba si serías capaz de saber quién era yo.
En el momento en el que te conocí me sorprendiste enredada en estas preocupaciones que, en cuanto dijiste mi nombre, desaparecieron, y dieron paso a una mente anestesiada, que se mantuvo así durante días, alternada con el vértigo de haberme sentido atravesada por una persona, de pies a cabeza, sin precedentes.
Foodie Love Isabel Coixet
// Echo de menos cosas que están por pasar. Es una extraña y agradable sensación. Como echar de menos a un hijo que aún no ha nacido, echo de menos una sensación que sé que experimentaré en un futuro, a la que aún no soy capaz de poner nombre. Me siento feliz, pletórica y especial. Me siento como un poema que traduce una situación vulgar. Me siento como una copa de vino recomendado, como un segundo de vida en el que sientes de verdad que no hay nada mejor.
Febrero a pasado a ser uno de mis meses favoritos. Tengo que probar la combinación de helado de pistacho+limón. //
