Recuerdo especialmente aquella noche porque volvía de una fiesta a la que fui por compromiso y de la que me fui poco más de 15 min después de haber llegado. Se me había quedado la noche sin plan y decidí volverme a casa dando un paseo. Llegó un mensaje tuyo de whatsapp de esos que solías mandar cada 3 o 4 meses que abrían con un "dónde estás?". Aquello significaba que estabas en Madrid, y que querías quedar. Te dije que sí, que estaba libre; pero tú no te esperabas que yo pudiera y me dijiste que estabas cenando con unos amigos y "quizás" luego tenías un hueco. Esperé varias horas, pero finalmente, ante tu ausencia, me dormí.
A la mañana siguiente tenía veinte audios tuyos, reclamándome. Me decías que no me olvidabas, que volver a Madrid era volver a mí, que ojalá dormir abrazándome y sentir mi nuca. Habías bebido, y se te notaba arriba. Te gustaba jugar con la idea de que ojalá yo quisiera y te pidiese venir donde estaba, que estarías dispuesto a dejarlo todo, tu trabajo, tu vida... pero que sabías que yo tenía pareja y que eso nunca ocurriría.
Yo nunca me sentí halagada por aquello. Desde que te conocía llevaba más tiempo soltera que en pareja, y sólo te atrevías a hablarme así cuando yo estaba con alguien. Quedar contigo era siempre una odisea. Eras tan difícil... Tú, sin embargo, te recreabas en muchos "qué pena" y muchos "el destino", como si hubiera un complot organizado para que nunca pudiéramos coincidir.
A mí me encantabas, ya lo sabes, pero el deseo también puede caducar.
En el fondo, tú preferías seguir idealizándome, a decirme adiós y permitirme cerrar una historia. Yo sin embargo, nunca compartí ese punto de vista.
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