Se sentía muy agradecida por hacerle el favor y a cambio me entregó un par de bombones. A mí me hizo gracia el detalle. Poco después, cuando me pidió de nuevo que le imprimiese los ejercicios de la semana me entregó otros dos bombones. A pesar de indicarle que no era necesario, ella insistió.
Al tiempo, cuando yo hubiera necesitado que saliera en mi defensa ante comentarios que me perjudicaban indiscriminadamente, ella enmudeció, y se dejó llevar por el circo que se había montado en contra mía. Entonces lo entendí todo: cada vez que ella me entregaba dos bombones me pagaba mi favor y sentía saldada "la deuda" de lo que yo consideraba que era una relación de amistad. Ella no quería deberme nada.
En el fondo no era otra cosa que desprenderse de la responsabilidad de tener que, simplemente, ser una buena persona sin recibir nada a cambio.
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