sábado, 27 de junio de 2020

.. siempre te dejo ganar

A veces recuerdo aquellas tardes en las que me sentaba en uno de los taburetes altos de la barra mientras tomaba el religioso cortado con hielo, y miraba hacia la puerta de la calle imaginando que aquello podía ocurrir. De alguna manera, en alguna de las lindes de la teoría sobre la aleatoriedad y el azar se albergaba esa posibilidad: podías ser tú la siguiente persona en cruzar ese umbral.

Y aunque yo era consciente de las tasas de su improbabilidad, de que nunca pasearías por este barrio, de que difícilmente entrarías en un bar de viejo, y de que incluso ya hacía tiempo que te habías mudado de ciudad... incluso a pesar de todo eso yo prefería guardarme ese minúsculo porcentaje de confianza en que remotamente aún podía volver a verte, y me recreaba en averiguar cómo te sorprendías al encontrarme allí, decidías acercarte y disfrutabas de compartir unos minutos conmigo.

No había rencores. Hablábamos desde la distancia desde la que sólo se hablan las personas que ya han superado una historia, y nos despedíamos tan cordialmente que por momentos conseguía calmar la sed de ti, que tenía tan pegada a mi interior. Y al menos esa diminuta probabilidad, mi fantasía, me saciaba de alguna manera, y me hacía no perder el foco y volver a escribirte, impulsiva e irracionalmente, para sentir al menos cómo conseguía aún ejercer algún tipo de poder sobre ti; el que hacía que cogieras el móvil y pudiéramos coincidir en línea durante dos segundos seguidos, aunque luego nunca me contestaras.   

Come back and love me - Hinds 

  //,  me viene a la mente una novela que leí hace unos veranos y que me caló profundamente: El museo de la Inocencia, Orhan Pamuk, 2008. Es una historia contada en primera persona que se sucede durante décadas. En ella el tipo relata su historia con una chica de la que se enamora profundamente y con la que mantiene un breve romance, pero que le engancha hasta la obsesión, y de cómo finalmente acaba construyendo una relación de ausencias más que de presencias. Recuerdo la angustia que sentía mientras la leía. Tiempo después ha conseguido aplacar muchos momentos de confusión y de obsesión que yo misma he experimentado;  momentos en que me he sentido profundamente aliviada y acompañada por comparación con este personaje. Siempre podría ser peor. Literatura como bálsamo. // 

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