sábado, 23 de marzo de 2019

.. material girl

No me considero una persona material, y de hecho me molesta lo material, y encima si se vincula a la mujer, pues más. Si digo que no me gusta lo material estoy hablando del peso que acaba teniendo en la persona: la necesidad de poseer una cosa nos hace llegar a obsesionarnos con comprar, a pensar que todo tiene un precio, a apostar, a depender de ciertos objetos, a confundir lo que puede o no puede ser poseído, o a sustituir nuestras faltas emocionales o experienciales por bienes materiales.

Pero si hay una cosa que realmente me molesta de la materialidad es que se ha denostado su verdadera importancia. Para mí las cosas que poseo (aquellas que decido poseer, y que no son muchas) tienen un enorme valor, pero no por el agravio económico que supondría su pérdida, sino por la vinculación emocional que puedo tener con ellas. Por eso renuncio a aquellas cosas que no me transmiten o han perdido un significado para mí. Y me jode realmente que lo material haya pasado a ser medido únicamente por el crédito económico que tiene, o lo que supone su posesión a efectos de imagen, primando la importancia social a la satisfacción personal.

Siempre me han gustado los regalos. Me gusta hacerlos y me gusta que me los hagan. Pero me fastidia un regalo hecho porque sí, un regalo por cumplir, y encima que el posterior reproche por no gustarme y querer descambiarlo, cuando esa persona no ha empleado ni dos minutos en ti.

Me gusta pensar que tras un regalo hay una motivación, una persona que quiere transmitir un sentimiento y, en consecuencia, una historia.

Y es que existen tantas formas de regalar...
Puedes regalar tiempo, al acompañar a una persona en un momento difícil. Puedes regalar un pensamiento, plasmado en una postal, un trozo de bizcocho, que te has comprado y quieres compartir con alguien, una canción por el whasap, o incluso, la mayor nimiedad del mundo, como puede ser un saludo de "buenas noches" o un abrazo.

by Jaymantri. Pexels.

//, prefiero considerar que yo me entiendo a mí misma, aunque a veces ni lo consiga. Prefiero al menos entender que hay veces en las que se pueden tomar decisiones y hay veces en las que no, y sólo queda hacer uso de la paciencia. Esa "santa" que siempre es necesaria, pocas veces invitada y nunca de más//

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